Sin monedas ni billetes: el fin del dinero en efectivo

El efectivo sigue siendo la forma de pago más común en Europa, representando el 79% de las transacciones en puntos de venta. A pesar del aumento de los pagos electrónicos, el efectivo es preferido y, en lugares como Suecia, su uso ha disminuido drásticamente hasta un 1% del PIB. Este cambio hacia la digitalización afecta a los hábitos de consumo, especialmente entre los millennials, quienes optan por métodos de pago más rápidos y seguros. Sin embargo, la transición ha sido lenta en países como España, donde el efectivo sigue siendo necesario para las compras diarias en comparación con la creciente demanda de pagos móviles y con tarjeta. La desaparición del efectivo podría mejorar la lucha contra la corrupción y la economía sumergida, y ofrecer ventajas para la política monetaria, pero también plantea riesgos de dependencia tecnológica y exclusión social para aquellos no adaptados a los nuevos métodos. Las tendencias futuras apuntan hacia el uso de smartphones para pagos, divisas digitales y pagos a través de redes sociales, aunque el fin del efectivo no parece cercano.