¿Vivir mejor es vivir ligero?. "DE LA LIGEREZA" - Gilles Lipovetsky

El libro "De la ligereza" de Gilles Lipovetsky examina la transición a una cultura hipermoderna marcada por la ligereza en múltiples aspectos de la vida. Esta ligereza se manifiesta en el consumo, la moda y hasta en el cuerpo humano, implicando un cambio desde lo pesado y serio hacia un estilo de vida más móvil y virtual. La ligereza, que antes estaba ligada a la élite, ahora abarca todas las clases sociales, redefiniendo al consumidor como un buscador de experiencias y placeres inmediatos, movido más por el deseo de nuevas sensaciones que por la identificación de clase.

Lipovetsky argumenta que la ligereza no es sinónimo de despreocupación, ya que la vida cotidiana aún está llena de precariedad y estrés. La lucha entre lo ligero y lo pesado culmina en el siglo XX con el auge del consumismo, que promueve una cultura hedonista enfocada en el placer presente. La evolución hacia una economía de servicios refleja un desplazamiento desde lo material hacia una valorización de lo inmaterial, mientras que el principio de ligereza permea todos los aspectos de la vida, desde el confort hasta el entretenimiento.

La cultura de la ligereza celebra el individualismo y busca el placer instantáneo, abandonando las metas colectivas de sacrificio y austeridad. Este cambio cultural ha transformado las aspiraciones de vida, enfocándose en la satisfacción inmediata y el disfrute de los placeres del cuerpo y la innovación. La ligereza se afirma como el ideal de vida, rechazando las ideologías tradicionales que promovían el sacrificio por un bien superior. Así, el consumo se convierte en un elemento central de esta nueva realidad social y económica.

La hipermodernidad sostiene un sentido de ligereza que sigue coexistiendo con una carga de obligaciones y responsabilidades. La espiritualidad se reinventa en formas más personales y orientadas al bienestar inmediato, con la adopción de prácticas como la meditación y el yoga. La ligereza corporal y el culto a la delgadez marcan una obsesión por el control del cuerpo, que se ve reforzada por las industrias cosméticas y de salud. La ligereza se convierte en una labor ardua más que en un estado de despreocupación, reflejando una paradoja inherente.

La revolución de la ligereza impacta en el ámbito de las relaciones personales y familiares, promoviendo un modelo de vida más individuado y flexible pero también generador de incertidumbre. El modelo tradicional de pareja se redefine hacia una mayor autonomía y la educación de los hijos se centra en su bienestar inmediato. Sin embargo, este enfoque más permisivo puede dar lugar a problemas como la falta de estructura y auto-disciplina. A pesar de la cultura que favorece la espontaneidad y el disfrute, la presión por el éxito y el desempeño sigue siendo intensa.

En la esfera del consumo, la ligereza es un ideal que se persigue a través de esfuerzos y dedicación. La cultura del bienestar y del autocuidado refleja un narcisismo individualista que valora la imagen física y el disfrute personal. Sin embargo, la búsqueda de una estética hipermoderna pone presión sobre los individuos, reforzando la necesidad de controlar la apariencia a costa del bienestar emocional. La modernidad ha transformado el cuerpo en un proyecto de auto-gobierno, exigiendo una gestión constante de su presentación y salud.