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¡Hola, filoadictos! Por fin ha llegado
el momento que todos estabais esperando:
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por fin vamos a hablar de Hegel.
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L: ¿Hegel? ¿Otro hombre?
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¿No crees que ya va siendo hora de hablar de alguna gran filósofa como Hannah Arendt?
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E: ¿Hannah Arendt? Pero, a ver, si
Hannah Arendt no es filósofa... ¡y no lo digo yo!
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L: ¿Ah, no? ¿Y quién es el machista que ha dicho semejante estupidez?
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E: Eeeeh, ¿ella misma?
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L: Ah...
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E: ¡Un momento, un momento! Hannah Arendt, una de las pensadoras más
importantes del siglo XX, ¿no se consideraba
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a sí misma filósofa? ¿Qué pasa aquí? Como
acabamos de ver en el clip que os he
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puesto, cuando el entrevistador le
sugiere a Arendt que ella es filósofa,
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enseguida protesta "No, no, yo no soy
filósofa, no me siento filósofa, mi campo
00:01:10
de investigación no es la filosofía sino
la teoría política".
00:01:14
L: ¡Un momento! No te habrás inventado los subtítulos, ¿verdad?
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E: ¿Pero tú no sabías alemán?
L: Tienes razón, tienes razón, perdona.
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¿Por qué hace Arendt esa distinción entre filosofía y teoría política?
00:01:32
Es más, ¿por qué no habla
directamente de filosofía política? Para
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intentar entenderlo, sumerjámonos un
poco en los principios de esta gran... ¿pensadora?
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¡Vamos allá! La clave del asunto
está en que Arendt parte de una
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distinción tajante entre filosofía y política.
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Ambas son experiencias radicalmente
distintas de lo bello que se originan
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históricamente en la Antigua Grecia y
que hasta cierto punto son incompatibles
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y hasta contradictorias. Esta distinción entre
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filosofía y política corresponde a la
distinción tradicional entre vida
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teórica (centrada en la contemplación de
las verdades eternas) y vida activa o
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práctica (centrada en las relaciones
humanas y la acción política). Responde al
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mismo tiempo a una distinción
antropológica entre lo que podríamos
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llamar las dos caras del ser humano: el
hombre como ser pensante y el hombre
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como ser actuante. Desde un punto de
vista histórico, primero tiene lugar el
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descubrimiento de la acción política, con
la fundación de la polis griega. Para
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Arendt, la condición humana está marcada
por una profunda herida: la mortalidad.
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Los hombres son los mortales; de hecho,
son los únicos seres mortales en un
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cosmos donde todo es inmortal.
L: ¿Y los animales qué? Listo. Se estarán
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preguntando todos los que no hayan
leído a Arendt, no como yo.
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E: El animal, dice Arendt, tiene asegurada su
inmortalidad en la especie, que se
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perpetúa por medio del ciclo de la
reproducción. El animal, por decirlo así,
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se agota en la especie y regresa
continuamente en cada nuevo miembro. Pero
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los hombres, por encima de la vida
biológica, poseen una vida biográfica, que
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es estrictamente lineal, personal y única,
y que termina abruptamente con la muerte
00:03:14
para no regresar nunca. "Esto es la
mortalidad: moverse a lo largo de una
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línea rectilínea en un universo donde
todo, si es que se mueve en absoluto, se
00:03:24
mueve en un orden cíclico". [Fin de la cita]
Entonces, los seres humanos, movidos por
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un ardiente deseo de permanencia,
descubren la posibilidad de crear o
00:03:34
producir cosas que duren para siempre,
alcanzando a través de ellas la tan
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ansiada inmortalidad. Y aquí es donde
entra la política. Por medio de la acción
00:03:43
política, los hombres han tratado de
alcanzar esta inmortalidad produciendo
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trabajos, hechos y palabras que
merecieran ser recordados por los siglos
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de los siglos. A través de la acción
conjunta con
00:03:56
otros hombres, podían llegar a construir
algo duradero y de este modo vivir para
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siempre. Y es así como, gracias a esta
inmortalidad construida, los mortales
00:04:06
reclaman su lugar propio en el cosmos
inmortal y demuestran ser de naturaleza
00:04:10
divina. Pero entonces llega el filósofo, y
el filósofo descubre otra experiencia de
00:04:16
la plenitud completamente distinta de la
política y que la política no puede
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proporcionar: la experiencia no de la
inmortalidad, sino de la eternidad. La
00:04:26
vida teórica se descubre consistiendo en
la contemplación apasionada de las
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verdades necesarias y eternas que
existen por encima de lo contingente.
00:04:35
Pensad en Platón: esto está
ejemplificado en él a la perfección. ¿Qué
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es para Platón la filosofía? La
contemplación amorosa
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(erótica, casi) de las Ideas eternas. Esta
experiencia es realmente algo nuevo y
00:04:48
distinto de la política, es más: sólo
puede darse fuera de la política. Los
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filósofos siempre han caracterizado
aquello que se da en la contemplación
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como lo incomunicable, lo intransferible,
aquello de lo que no se puede hablar.
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Tocar lo eterno con el intelecto es una
experiencia gustativa de la que no caben
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palabras, en la que reina el más puro y
reverencial silencio. Pero si algo es
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constitutivo de la política es
precisamente la palabra. Una experiencia,
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entonces, que te deja sin palabras es lo
más apolítico que existe. Por tanto, desde
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su inicio, la filosofía se descubre y se
entiende a sí misma como una experiencia
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de la plenitud que sólo puede darse
realmente fuera de la vida activa.
00:05:31
Tenemos, pues, una distinción entre dos
experiencias de la plenitud: la vida
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contemplativa y la vida activa.
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L: ¿Y todo esto qué tiene que ver con que Arendt no sea filósofa?
00:05:42
En seguida lo verás, un poco de paciencia.
Para Arendt, si la tradición se hubiera
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quedado aquí, no habría habido ningún
problema. Estaría diciendo sencillamente
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que existen dos experiencias distintas
de lo sublime, ambas igualmente
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alcanzables por el ser humano: la
experiencia de crear lo perdurable por
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medio de la acción política y la
experiencia de disfrutar de lo eterno
00:06:04
por medio de la contemplación teórica.
Las dos son experiencias de la felicidad plena
00:06:09
y la libertad máxima, y ambas dan
testimonio de que en el hombre hay una
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chispa de lo divino. La elección de a
cuál de las dos dedicar la vida se
00:06:17
reduciría a una cuestión de gusto y
circunstancias personales.
00:06:21
El problema no está, por tanto, en la
distinción, que es justa y responde
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realmente a la existencia de dos
experiencias distintas. El problema está
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en establecer una jerarquía entre ellas.
Y es que el filósofo, golpeado por la
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fuerza para bullante de su experiencia
propia, no se limita a pensar
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sencillamente que ha encontrado otra
fuente de felicidad diferente de la ya
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conocida en la acción, sino que da por
supuesto que ha descubierto un principio
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superior a aquél que rige la vida
política. Y es esta jerarquía entre vida
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activa y vida contemplativa, y no la
distinción, lo que Arendt crítica. Es
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precisamente esta jerarquía la que
encontramos como idea fundacional de
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toda la tradición de la filosofía
política y la que lleva a pensar que
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entre filosofía y política hay una
especie de conflicto originario. Hay una
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tensión entre la filosofía y la política que no existe entre la
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filosofía y otros objetos del
conocimiento. Un filósofo puede ser
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neutral cuando habla acerca de la
naturaleza, pero no puede ser neutral
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cuando habla acerca de la política. El
ejemplo más claro de todo esto, de nuevo,
00:07:28
es Platón, que piensa la relación entre
filosofía y política desde el trauma
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emocional que le supuso la ejecución de
Sócrates a manos de la democracia. En
00:07:37
Platón, ¿quién es el que tiene que dar un
paso al frente y poner orden en lo
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político? El filósofo. ¿Y cómo pone orden?
Tomando como modelo su objeto del
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conocimiento: la Idea de Bien. Y aquí en
Platón se produce una transformación muy
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curiosa, y es que entre el Banquete y la
República se da un muy sutil pero
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decisivo cambio respecto a cuál es la
Idea suprema. En el Banquete, que es un
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diálogo puramente filosófico, la Idea
suprema es la Belleza; n la República,
00:08:07
cuya temática es la política,
la Idea suprema ha pasado a ser el Bien.
00:08:12
¿Por qué? Porque la Belleza es una Idea que
no tiene ningún efecto práctico.
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Por tanto, si lo que quiero como
filósofo es ordenar el Estado,
00:08:22
necesito justificarlo en base a un
conocimiento que sea esencialmente
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práctico: la Idea de Bien. La Belleza no
me dice lo que tengo que hacer, no me
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dice cómo tengo que ordenar las cosas; el
Bien, sí. Y así es como Platón lleva a
00:08:36
cabo un cambio estructural en su sistema
filosófico por motivos que no son
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filosóficos, sino exclusivamente
políticos: porque prefiere un tipo de
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Estado y no otro, y necesita justificarlo
de forma trascendente. ¿Y para qué quiere
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este Estado? Para asegurar la
supervivencia y la supremacía de la
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filosofía dentro de la polis. Y es que
todo el sistema de la República está
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pensado para poner la política, la acción,
al servicio de la filosofía. Está pensado
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para generar un Estado ordenado y
milimetrado de tal modo que aquellos que
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sean aptos puedan filosofar. En la misma
línea, dice Arendt, en casi todos los
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filósofos a partir de Platón encontramos
un sentimiento de enemistad hacia la
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política, cierta concepción de la
política como
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una amenaza para la actividad filosófica
y, por tanto, como algo a domesticar y subyugar.
00:09:28
L: ¿En Descartes también?
E: Bueno, Descartes no tuvo tiempo para desarrollar
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ningún pensamiento político porque se murió antes.
L: ¡Jaja, qué pringado!
00:09:37
Aristóteles mismo, de quien
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Arendt bebe tanto, en el momento de
discutir la relación entre vida activa y
00:09:43
vida contemplativa acaba decantándose
por la superioridad de esta última,
00:09:47
argumentando que el hombre, en último
término, es su intelecto. Esto implica que,
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si bien la vida política es una vida
feliz, la vida más feliz, más plena, más
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humana, es la vida del filósofo. Y no
hablemos ya de la filosofía medieval, en
00:10:03
la que la praxis está puesta
completamente al servicio de la
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contemplación, que es en último término
contemplación del Dios creador del cielo
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y de la tierra. Arendt denuncia, pues, que
toda la tradición filosófica ha
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intentado entender lo político según
esquemas que no le son propios, sólo para
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acabar justificando la superioridad de
la filosofía como experiencia de la
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plenitud. Esto ha derivado en una
tradición que, con muy
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pocas excepciones (Kant, entre ellas), ha
entendido bastante poco el fenómeno de
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la política. Por ello, para Arendt, la expresión
filosofía política, que siempre intentaba
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evitar, es prácticamente un oxímoron.
De hecho, la filosofía política ha sido
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de todo menos política, ha sido antipolítica. ¿Se va viendo por qué Arendt
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rechaza la etiqueta de filósofa? Tan
fuerte ha sido el peso de esta
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distinción jerárquica en la tradición,
que ni siquiera la secularización de la
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Edad Moderna nos ha librado de este
esquema conceptual. Un pensador como Marx,
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por ejemplo, sigue pensando la distinción
entre vida activa y vida contemplativa
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desde la jerarquía, simplemente la
invierte la pone patas arriba: ahora es
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la filosofía la que está al servicio de
la acción. Pero esto es un pensamiento
00:11:17
meramente reactivo que no va más allá
del molde de la tradición. Arendt lo que
00:11:22
quiere defender es una distinción sin
jerarquía, que filosofía y política pueden
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vivir en paz si se reconocen mutuamente
como experiencias distintas pero
00:11:31
igualmente válidas de la plenitud humana,
una centrada en la plenitud que da
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contemplar lo eterno, la otra centrada en
la plenitud que da producir lo
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perdurable. Entonces, como su objeto de
estudio principal no es el del filósofo
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(esto es, lo eterno que se da en la
contemplación), sino la actividad política
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en sí misma, no puede llamarse filósofa.
Tiene que ser otra cosa, algo nuevo
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seguramente, que va más allá de la
tradición. Ella lo que busca es entender
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lo político en sus propios términos, es
decir, justo lo contrario de todo lo que
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ha hecho la tradición filosófica. Quiere
mirar lo político sin ojos filosóficos,
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sin este prejuicio secular de la
filosofía. En su concepción, para entender
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realmente lo político, tiene que dejar de
ser filósofa. Se produce, entonces, un
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fenómeno paradójico: nosotros querríamos
llamarla filósofa, pero el modo en el
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que ella entiende y conceptualiza la
filosofía la excluye de esa disciplina.
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Todo esto creo que nos deja sólo con dos
opciones. Primero, podemos respetar su
00:12:35
opinión, podemos respetar su comprensión
de la filosofía y la comprensión que
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tenía de sí misma, y
no llamarla filósofa sino pensadora o
00:12:43
teórica de lo político. Segundo, en contra
de su opinión y de sus deseos, y
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basándonos en un concepto más amplio de
la filosofía, podemos colocarla en el
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panteón de los filósofos. Yo haría lo
segundo, pero de un modo u otro, tened
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esto bien claro: Hannah Arendt es una de las mentes más
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brillantes del siglo XX, y espero con
este vídeo haberos dado ni que sea un