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(P): ¡Hola, peña! ¿Cómo estáis? A ver, os voy a avisar
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de una cosilla y es que mi humano es un
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poco patoso con la cámara y al
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principio el vídeo ya veréis que no es de
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muy buena calidad... pero no os preocupéis
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porque el contenido lo peta. ¡Vamos allá!
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¡Hola, filoadictos! En este vídeo os vamos
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a explicar qué leches es eso del mito del carro alado.
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El mito del carro alado es una parábola
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utilizada por Platón para explicarnos
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las distintas partes del alma y las
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relaciones que guardan entre sí.
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(P): ¿Y ya está?
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Bueno, ahora hay que explicarlo y todo eso.
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Explicar qué es y cómo es el alma, dice
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Platón, es un tema muy arduo y complejo y
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requeriría una explicación muy larga y
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difícil de entender. Pero decir a qué se
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parece... eso ya es algo más sencillo y
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está al alcance de nuestras capacidades.
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Platón pretende por tanto construir
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una analogía: explicar cómo es el alma a
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través de una imagen, en este caso la
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imagen del carro alado.
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El alma se parece a un carro alado, tirado por dos
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caballos y dirigido por una auriga.
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(P): ¿Qué es eso?
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(E): ¿El auriga?
(P): Sí, sí, el auriga.
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El auriga es el que está encima del carro,
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con el látigo, que dirige a los caballos y tal.
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(P): Ah. Bueno, luego lo cortas, ¿eh? Que no se note mi ignorancia...
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De los dos caballos, hay uno que es blanco y uno que es negro.
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El caballo blanco es un caballo hermoso, bueno y manso;
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el caballo negro, en cambio, es feo, malo y difícil de controlar, ¡es un hijo de p**a!
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Los tres personajes (el auriga, el caballo negro y el caballo blanco)
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se corresponden cada uno con una de las tres partes del alma.
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El caballo negro es la parte concupiscible, la que persigue los placeres inmediatos.
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Representa nuestras pasiones irracionales, que son
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tan difíciles de controlar y que muchas veces nos llevan a la deriva:
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nuestros apetitos sensibles por la comida, la bebida y el sexo.
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El caballo blanco, en cambio, es la parte irascible, que corresponde a nuestras pasiones racionales.
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¿Cuál sería un ejemplo de pasión racional?
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Pues la indignación justa: cuando nos indignamos ante una injusticia.
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La diferencia entre el caballo negro y el caballo blanco, entre nuestras "paciones"...
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(Pikachu ríe): ¡Qué pringao! "Hola, zoy Zócratez, zólo cé que no cé nada".
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La diferencia entre el caballo negro y el caballo blanco,
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entre nuestras pasiones irracionales y nuestras pasiones racionales,
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es que el primero (el caballo negro) nos atonta y nos embrutece,
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mientras que el segundo (nuestras pasiones racionales) nos da un acceso concreto a la realidad.
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El primero nos ciega, nos hace descarrilar, mientras que el segundo
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nos ayuda a hacernos cargo de las cosas.
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¿Cómo nos daríamos cuenta de una injusticia si no nos indignáramos ante ella?
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Pues a este tipo de respuestas emocionales, que tienen un carácter más moral que las que le
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corresponden al caballo negro, se refiere Platón con la imagen del caballo blanco.
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¿Y el auriga? El auriga simboliza la razón, el que dirige el cotarro.
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Uno de los mensajes claros de la alegoría es que la razón tiene que dirigir el conjunto.
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A la razón le corresponde gobernar y llevar las riendas del carro.
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La cosa es que la razón no está sola en el alma, sino que se encuentra con otras dos partes.
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Sin los dos caballos, la razón no podría llevar el carro a ningún sitio, pero
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también tiene que tener en cuenta que uno de los dos caballos es más difícil de controlar que el otro.
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Planteada esta imagen, el continúa.
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Como sabéis, nuestras almas para Platón no empiezan a existir con el cuerpo,
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sino que ya existían antes. ¿Dónde? En el mundo de las Ideas.
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Nuestra actividad consistía en seguir a los dioses en un recorrido circular en el que
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ascendíamos hasta llegar al punto más álgido, donde podíamos llegar a ver más allá:
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las Ideas, la Idea de Bien, de Justicia y de Belleza.
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La clave es que en esa contemplación, en el punto más alto del recorrido,
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sólo nos podíamos mantener un pequeño rato, y entonces nos veíamos
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obligados a volver a bajar y volver a subir, pero lo repetíamos porque no hay
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nada que nos colme de mayor felicidad que la contemplación de esas Ideas.
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Las Ideas son en sí mismas el objeto máximo de nuestro deseo,
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son todo lo que nuestro corazón anhela: el Bien, la Belleza, la Justicia.
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En uno de estos recorridos nuestro caballo negro se descontrola
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y el auriga es incapaz de mantenerlo a raya.
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Como consecuencia, el carro pierde sus alas y...
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(P): ¿Cómo, el carro tiene alas?
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(E): Sí, el carro tiene alas, lo he dicho al principio: es un carro alado. "Alado", "que tiene alas".
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(P): Ah, vale, perdón.
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Pues eso, que el carro pierde sus alas y el alma se precipita al mundo sensible,
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donde va a caer dentro de un cuerpo, que va a actuar como si fuera una cárcel.
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En este sentido podemos decir que nuestra alma está en el mundo sensible por culpa
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de un pecado, de una falta original: por haber dejado que el carro se descontrolara.
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El tránsito por este mundo sensible, en el que es imposible el
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conocimiento pleno y directo de las Ideas, es una especie de castigo por esa
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falta, pero también es una prueba para que nuestra alma se vaya purificando y
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se prepare para retornar al mundo de las Ideas.
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El alma ha caído en este mundo, pero anhela regresar al mundo en el que
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se encuentra el objeto máximo de sus deseos.
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En este mundo nuestra alma no encuentra la Belleza en sí, sino que sólo
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encuentra pequeñas y pobres imágenes que continuamente
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están remitiendo a más allá de ellas mismas.
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Pensadlo así: a nosotros nos admira todo aquello que llamamos bello.
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Una mujer, un hombre, una obra de arte e incluso una acción.
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Todo esto son realidades que nos transportan como a otro mundo,
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pero, sin embargo, siempre nos queda un regusto a insuficiencia.
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Esa cosa bella, esa mujer bella, ese hombre bello, esa acción bella...
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no es plenamente todo lo que queremos.
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Nunca nada bello nos basta del todo, parece anunciarnos algo, prometernos algo... pero no nos lo da.
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Siempre queda un vacío, siempre hay algo que nos falta.
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A esta experiencia remite Platón, esto es lo que está en la base de
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este mito y su teoría del alma y del mundo de las Ideas.
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Ahora pensad que alguien nos dijera que en otro mundo se encuentra, no un montón
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de cosas bellas, sino la Belleza en sí misma, pura, en todo su esplendor, la
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belleza que habéis estado buscando en todas las cosas.
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¿No querríais hacer todo lo posible por llegar a ese mundo y contemplarla,
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aunque fuera sólo un instante?
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Pero el carro ha perdido las alas, ¿cómo las va a recuperar?
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¿Cuál es la propuesta de Platón?
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Pues Platón nos dice que el modo de regresar al mundo de las Ideas es ejercitándose
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todo lo posible en la filosofía.
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La filosofía es, precisamente, la disciplina que nos permite ir más allá del mundo sensible
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y que nos permite ver en cada cosa un reflejo de esas Ideas que son el objeto máximo de nuestro deseo.
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Se trata de hacer un trabajo para ir dándonos cuenta poco a poco de que
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aquello que nos llama la atención en un cuerpo bello o en una acción bella no es
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lo que tiene de sensible, de material, de corpóreo o de temporal, sino lo que tiene
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de bello, lo que tiene de eterno, lo que tiene de imagen de la Belleza en sí misma.
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No es esta cosa concreta la que yo quiero, sino lo que esta cosa me representa, me recuerda.
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Quedaros sólo en el nivel de lo sensible sería como si
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alguien se quedara solo con el cuadro de su amado en vez de ir a buscar a su amado.
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Pues esos son las cosas sensibles: un pálido reflejo de lo que realmente deseamos.
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Necesitamos por tanto la filosofía, pero también necesitamos la virtud.
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La virtud es lo que nos ayuda a controlar el cuerpo, a controlar nuestras pasiones irracionales.
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Porque pensemos que el descontrol del caballo negro es
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lo que nos ha llevado a esta situación en el primer lugar.
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Entonces, necesitamos controlarlo otra vez, domarlo.
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Si seguimos este camino, al carro le volverán a crecer las alas, y estaremos de este modo preparados para,
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en el momento de la muerte, echar el vuelo y regresar a casa.
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Por eso dice Platón que el filósofo no teme a la muerte,
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porque es que lleva toda su vida intentando separarse del cuerpo, lleva
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toda su vida ejercitándose en la muerte, preparándose para morir.
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Y sabe, además, que con la muerte alcanzará el objeto máximo de sus deseos,
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aquello que estado buscando toda su vida.
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En cambio, imaginaos que nunca nos ejercitáramos en la filosofía, que nunca
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trabajáramos la parte racional de nuestra alma.
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¿Estará la razón preparada para gobernar el carro una vez nos muramos?
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(P): ¡Hombre, está clarísimo que no!
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(E): Era una pregunta retórica.
(P): Ah, bueno... ¡avisa!
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Pues eso, obviamente no.
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Es más, si nos hemos dejado guiar por el cuerpo, por nuestro caballo negro, una vez
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muramos, aquel que gobierne nuestra alma será precisamente el caballo negro,
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nuestras pasiones irracionales y él nos va a llevar todavía más profundo en lo sensible.
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El caballo negro nos hundirá todavía más en lo corporal, incluso llevándonos a ocupar un cuerpo animal.
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En resumen, "mito del carro alado", "el alma tiene tres partes
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y su lugar propio, su hogar, es el mundo de las Ideas".
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En el mundo sensible sólo estamos de paso, preparándonos para volver a casa.
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Y en esa preparación juega un papel insustituible la filosofía.
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(P): Pero, oye... ¿no decía Platón que hacían falta varias vidas buenas para volver al mundo de las Ideas?
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(P): Creo recordar que decía que se necesitaban como unos 10.000 años...
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Ya, bueno, es que no... no quería desanimar a nadie, ¿sabes?
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En fin, lo dejamos aquí.
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Ya lo sabéis: dadle a like si os ha gustado el vídeo, compartidlo con vuestros amigos
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para salvarles la existencia y suscribíos dándole a la campanita para
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seguir ejercitándose en la filosofía.
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10.000 años son mucho tiempo, pero siempre es posible que ya hayáis vivido
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los 10.000 años y ésta sea vuestra última vida en la tierra.
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¿Quién sabe?
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Un saludo y nos vemos en breve.
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Ciao.
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(Toc, toc)
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(P): Un día de estos me vas a tirar con los golpecitos, ¿eh?
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SUSCRÍBETE 🙏
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